Mario Benedetti se nos va cuando la primavera latinoamericana está en su primer apogeo de reverderación popular y masificada desde hace mucho tiempo a esta parte...
Benedetti se nos marchó, anunciadamente, cuando un mulato profundo y caribeño practica el verbo benedettino con fuerza bolivariana y socialismo veintiunañero para alegría de los ningueneados y descomposición de los yanaconas...
Benedetti se arrimó a Cortazar y Neruda para echarse una conversada trasnochada y sempiterna, cuando un amerindio, es el más notorio de los eternamente negados hijos del altiplano, conjuga el verbo colectivo tupacamarunense...
Benedetti se allegó eternamente a la memoria colectiva cuando un pueblo, el más vilipendiado de todos los pueblos, el más asediado entre los asediados, el que más gritó cuando el silencio era la norma y la orden, cumple sus cincuenta años en defensa de la alegría...
Benedetti nos hereda sus obras, sus dichos, sus broncas y sus amores mulatos y su foresta a todos los que hoy se atreven a soñar despiertos y a pulso, a los que caminan la senda del General de hombres libres, del presidente mártir, del Guerrillero heróico, de Tupac, de Lautaro, Artigas y Sendic...
Benedetti nos deja sin su verso, sin su voz, sin su constante asalto a la memoria, sin su golpe de color a la monotonía cuando millones y millones practican en el continente olvidado por la media oficial y oficiosa que en la calle codo a codo somos mucho más que dos...
En definitiva Mario Benedetti nos obliga a la práctica diaria del arte de la vida y a no olvidar lo que somos.
Ilich Galdámez
A Che Guevara
de Mario Benedetti
Consternados, rabiosos. Así estamos. Consternados, rabiosos.
Aunque esta muerte sea uno de los absurdos previsibles.
Da vergüenza mirar los cuadros, los sillones, las alfombras.
Sacar una botella del refrigerador. Teclear las tres letras mundiales de tu nombre en la rígida máquina que nunca, nunca, estuvo con la cinta tan pálida.
Vergüenza tener frío y arrimarse a la estufa como siempre.
Tener hambre y comer, esa cosa tan simple.
Abrir el tocadiscos y escuchar en silencio sobre todo si es un cuarteto de Mozart.
Da vergüenza el confort y el asma da vergüenza.
Cuando tu comandante, estas cayendo, ametrallado, fabuloso, nítido, eres nuestra conciencia acribillada. Dicen que te quemaron. Con qué fuego van a quemar las buenas, buenas nuevas.
La irascible ternura que trajiste y llevaste con tu tos, con tu barro.
Dicen que incineraron toda tu vocación, menos un dedo.
Basta para mostrarnos el camino, para acusar al monstruo y sus tizones, para apretar de nuevo los gatillos. Así estamos, consternados, rabiosos.
Claro que con el tiempo la plomiza consternación se nos ira pasando.
La rabia quedará, se hará más limpia. Estás muerto, estás vivo, estás cayendo, estás nube, estás lluvia, estás estrella. Donde estés si es que estás, si estás llegando, aprovecha por fin a respirar tranquilo, a llenarte de cielo los pulmones.
Donde estés, si es que estás, si estás llegando, será una pena que no exista Dios, pero habrá otros, claro que habrá otros, dignos.
Allende
de Mario Benedetti
Para matar al hombre de la paz
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que congregar todos los odios
y además los aviones y los tanques
para batir al hombre de la paz
tuvieron que bombardearlo hacerlo llama
porque el hombre de la paz era una fortaleza
para matar al hombre de la paz
tuvieron que desatar la guerra turbia
para vencer al hombre de la paz
y acallar su voz modesta y taladrante
tuvieron que empujar el terror hasta el abismo
y matar más para seguir matando
para batir al hombre de la paz
tuvieron que asesinarlo muchas veces
porque el hombre de la paz era una fortaleza
para matar al hombre de la paz
tuvieron que imaginar que era una tropa
una armada una hueste una brigada
tuvieron que creer que era otro ejército
pero el hombre de la paz era tan sólo un pueblo
y tenía en sus manos un fusil y un mandato
y eran necesarios más tanques más rencores
más bombas más aviones más oprobios
porque el hombre del paz era una fortaleza
para matar al hombre de la paz
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que afiliarse para siempre a la muerte
matar y matar más para seguir matando
y condenarse a la blindada soledad
para matar al hombre que era un pueblo
tuvieron que quedarse sin el pueblo.
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